Eres un enfermo

21 05 2008

Eres un enfermo. Y lo sabes. Lo sabes porque estás leyendo esto desde tu lector de feeds, justo después de haber leído un buen listado de blogs sobre tecnología en los cuales aparecen las mismas noticias que mañana oirás en un podcast de camino al trabajo, pero te da igual. Hace menos de 10 minutos que has comprobado tu correo, y no pasarán 10 minutos más hasta que lo vuelvas a hacer; además, sabes que eres incapaz de navegar si no tienes al menos 5 pestañas abiertas. 

Algunos dirán que no saben cómo empezó todo, pero tú sí lo sabes, ¿cómo se te iba a olvidar tu primer ordenador? De hecho, tus amigos están hartos de escuchar tus historias con el Amstrad y el Spectrum, y lo satisfecho que estabas cuando tuviste tu primer x86… Conociste la piratería mucho antes de conocer Internet, grababas, regrababas y volvías a grabar aquellos jueguecitos pixelados en tus diskettes (por supuesto, de alta densidad). Probabas cada nueva versión de Windows que salía, usaste la 3.1, la 3.11, NT, 2000, 95, 98, XP… y sí, reconócelo, también usaste el Me. Por supuesto, nunca has usado Vista.

Un día oíste hablar de Linux, o algo así. No sabías lo que era, pero te gustaba la idea… tonteaste con varias distribuciones haciendo como que no te importaba haberte cargado el disco duro haciendo mal las particiones. Te daba igual, ibas contra corriente y molabas más. Los mismos amigos que están cansados de tus historias con el Spectrum acabaron hartos de tus intentos de evangelización en el software libre…Después te compraste un Mac y, aunque no lo reconocerás nunca, te sientes superior… y tus amigos están hartos de oírte hablar de la manzanita. Pero se aprovechan de tu enfermedad y siempre estás en su casa arreglándoles el ordenador.

Ahora, coleccionas todo tipo de cacharros electrónicos, te haces fotos con ellos cuando los compras, y luego las ves como si fueran las fotos de tus vacaciones… eres incapaz de pasar a menos de 50 metros de la Fnac y no entrar a ver esas estanterías que conoces de memoria; no puedes ir a unas grandes superficies sin, al menos, ver de reojo la sección de informática. No recuerdas la última vez que caminaste más de 20 minutos sin ir con tu iPod. Cualquier hueco en el trabajo es bueno para ver tu correo, feeds, tweets, etc. Robas folletos de tiendas de electrónica del buzón del vecino; a veces, hasta has cogido alguno del suelo. Y no te avergüenza… te gusta. 

Y lo peor de todo es que, al final, lo acabas escribiendo para que lo sepa todo el mundo.

Porque te sientes un geek. Y te gusta.