Once

18 09 2008

Ya hace tiempo que quería escribir una entrada sobre esta película, aunque siempre acababa dejándolo para otro momento… Pero aquí está… Algunos quizá habéis visto ya esta película irlandesa de 2006, pero me temo que es de aquellas que acaban pasando por las carteleras, sin pena ni gloria, mientras que otras películas con mucho más presupuesto (y menos guión) se llevan la recaudación y el reparto por las salas.

Once es una película pequeña que cuenta una historia pequeña: un músico callejero que se enamora de una vendedora de flores ambulante de nacionalidad checa. Hasta ahí la historia. Pero como sucede en muchas películas, importa menos la sinopsis que cómo evoluciona la historia en los poco más de 90 minutos que dura. El argumento bien parece el de una comedia romántica de Julia Roberts, pero nada más lejos de la realidad; de hecho, ésta película tiene lo mismo de comedia romántica que Casablanca; incluso algunos críticos (y yo me incluyo aunque no lo sea) ven en esta película la Casablanca del S. XXI. Quizá sea algo exagerada la afirmación, pero por algo será…

Lo que hace verdaderamente diferente a esta película es el tratamiento que le da a la música que aparece en ella; en algunas críticas catalogan a esta película como musical aunque yo no estoy de acuerdo con clasificarla de este modo. Lo que sí es verdad que la forma en la que se maneja la música en la película es muy especial: como en los musicales, gran parte del peso argumental de la cinta lo soporta la banda sonora, actuando como nexo entre las secuencias y siendo imprescindible para comprender el sentido global de la obra. El director, John Carney, quería que la película fuera diferente en este sentido, y sin duda lo logró.

En primer lugar, a la hora de elegir a los actores: Glenn Hansard y Markéta Irglová no son actores sino músicos, siendo ésta la primera película (y única hasta la fecha) en la que se ponían tras las cámaras. Por otro lado, con el director sucede lo mismo: era el bajista de The Frames, banda irlandesa fundada por el actor principal Glenn Hansard. Pero bueno, ¿cómo influye todo esto en la película? En cosas tan sencillas como, por un lado, en respetar las canciones que se interpretan, no cortando ninguna de ellas: cuando suenan, lo hacen de principio a fin; por otro lado, como he comentado, dándole tanto peso a las interpretaciones musicales como a los diálogos. 

Hay escenas deliciosas que los músicos podrán apreciar especialmente, como por ejemplo cuando Hansard le está enseñando a Marketa cómo tocar su nueva canción en una tienda de música: las miradas, las vacilaciones de acordes, las indicaciones de voz para los cambios, etc. son totalmente naturales, tal y como se produce en una situación así: 

De hecho este tema fue el ganador del Oscar a la mejor canción en la última edición de estos premios.

La naturalidad con la que los músicos – actores hacen su trabajo es algo poco frecuente en el cine de hoy en día, donde los actores que sobredramatizan y sobreactúan son tremendamente habituales. El ritmo de la película es pausado, pero a la vez ligero, logrando mantener el interés del espectador a lo largo de toda la cinta. El final es la hostia, con perdón. 

No puedo resistirme a poner otro fragmento de la película con otra brillante canción, Lies:

La banda sonora de la película se puede encontrar fácilmente, así como el disco que grabaron posteriormente Glenn Hansard y Markéta Irglová, «The Swell Season». Ambos son muy recomendables; folk irlandes en la onda de Damien Rice, de quien pronto escribiré un post.

Nada más vi la película por primera vez, escaló automáticamente puestos en mi ranking personal llegando a ocupar uno de los primeros puestos junto con la ya mencionada Casablanca. No puedo más que recomendaros encarecidamente que la veáis, eso sí, por favor, buscad la versión original con subtítulos, NO la versión doblada. Ya me comentaréis qué os ha parecido.